Una de las imágenes más nítidas que guardo de cuando era chiquita (bueno, más chiquita de lo que soy ahora) es de la noche después de mi primer día de jardín. Recuerdo estar en la cama de mis viejos, que obviamente se sentía más cómoda que la mía, abrazando a mamá y aprovechando que papá todavía no había llegado. En ese momento fue que le hice la primera confesión: “Mami, tengo un problema… estoy enamorada”. Todavía puedo ver la cara de mi mamá. Era una mezcla extraña de alivio (porque pensó que era un problema más “grave”, que las chicas se reían de mí o los chicos me pegaban), diversión (no había esperado escuchar eso), fastidio (¡tres años tenía yo y ya estaba enamorada!) y un poquito de pena. En ese momento no entendí por qué mamá se ponía triste. Yo estaba feliz, finalmente y después de esperar tres largos años en toda mi vida había encontrado a mi alma gemela… y mamá me miraba con un poquito de tristeza en los ojos. Creo que ahora, después de varios años y muchas situaciones parecidas, la entiendo un poco más.
Mamá tenía la misma penita en los ojos el día que tomé la comunión. También recuerdo esa expresión cuando terminé la primaria. Era la misma que vi el día que me fui de viaje de egresados, en mi cumpleaños de quince y cuando le conté que tenía novio. Exactamente la misma mirada de hace unos días, cuando por fin me animé a abandonar el pelo largo y cortármelo. El mismo gesto que detecto, misteriosamente, en cada uno de mis cumpleaños…
Ahora entiendo que esa pequeña tristeza en los ojos de mamá se confunde con la emoción. La emoción de verme crecer cada día, y la tristeza de sentir que al estar más grande estoy un poco más lejos. Pero mi mamá es lo más. Ama verme crecer, aprender y hacerme más fuerte cada día, y sabe disimular la tristeza chiquitita que eso le provoca. Y me acompaña, siempre me acompaña. Va aprendiendo a ser mamá al mismo tiempo que yo voy aprendiendo a ser hija. Y siempre está ahí cuando me doy la cabeza contra la pared, para demostrarme que un abrazo de ella puede curar todo. Desde un resfrío a un corazón roto.
Te amo mamá.