Un cálido relato que invita a Reencontrar y Celebrar al Niño.
Hace unos 17 años, en una polvorienta callecita rural dela Indiaestaba caminando junto a una pequeñita de 8 años a quien sentía mi amiga pese estar ya en mis 20.
Yo avanzaba con cierta prisa, bajo el sol de las 11 de la mañana, con una única meta en mente: la cama debajo del ventilador de techo y un vaso de agua. El camino de tierra no era para mí más que un medio para llegar a ese loable fin.
De pronto, mi compañerita se detuvo en seco y por la expresión de su rostro supe que estaba divisando algo así como la 8va. Maravilla del Mundo. Observé a mi alrededor tratando yo también de disfrutar del milagro, pero no percibí nada, absolutamente nada que pudiera conmover mi mirada.
–Es tan hermoso, dijo ella suspirando.
–¿Qué cosa, querida?, me animé a preguntar.
–¡Esa bolsa de plástico!
Entonces la ví: una vieja bolsa de supermercado convertida en bailarina clásica danzando mágicamente frente a nosotras teniendo al aire recalcitrante como partenaire.
En ese instante, mi conciencia del entorno se esfumó: desapareció el tedio, el calor, los edificios alrededor y mi misma amiga ya no estaban. Todo mi ser se fundió con la bolsa danzante y vivencié un sentimiento de profunda unidad. Yo era la bolsa, flotando en total libertad, fluyendo con entrega absoluta a donde el viento me quisiera llevar.
No podría decir exactamente cuánto tiempo duró esta experiencia, pero creo que deben haber sido algunos segundos, tal vez 10 ó 20. Sin embargo para mí fue eterno, es decir, fuera de todo parámetro de tiempo. Creo que, inesperadamente, acudió a mí un pensamiento del estilo de “¿habrá alguien mirándome en este estado?”, y este único temor arrebató nuevamente mi conciencia hacia el mundanal ruido. Nuevamente mi mente estaba allí, presente, percibiéndome como un ser separado del resto.
Aquella experiencia permanece aún en mí y cada vez que evoco ese instante sagrado, una increíble expansión de paz inunda mi pecho… El punto es que no la recuerdo muy a menudo y me pregunto por qué.
Tal vez en esa época fue por la plena atención que ponía a mis estudios y la presión por “llegar” a los exámenes pese al sentimiento de “no llego” que se tiene ante la pila de bibliografía obligatoria. Luego tal vez fueron los viajes, el conocer el maravilloso y vasto mundo; los 30 y el amor de pareja, el noviazgo, los planes de casamiento, la convivencia, el trabajo, los amigos, las rutinas, los hijos…
¡Los hijos! ¡Ah! ¡Los hijos! Seres de inmensos ojos luminosos que desde el primer aliento buscan el contacto con el mundo a través nuestro. Nosotros, dadores y sostenedores de vida, hacemos en todos los casos lo mejor que podemos. Y aunque a veces nos agotan, aunque a veces los agotemos, el amor como vínculo primario cobra la belleza dorada de la madurez gracias a ellos.
A mi modo de ver los hijos llegan a nosotros con un espejo mágico incluido a través del cual se reflejará toda, pero toda nuestra vida. En mi experiencia la maternidad me llevó a enfrentarme a mi propio ser, con todas sus bondades y desgracias, de una manera tan apabullantemente espontánea que no me quedó más remedio que comenzar a expandir nuevamente mi conciencia gracias al amor.
Me pregunto entonces dónde quedó mi infancia, aquella disposición total a deslumbrarme por la belleza de lo simple, a embelezarme viendo una bolsa descartable flotar y dejarme cautivar por su danza pese al calor, pese a la sed, pese a la mirada de los demás. No es que añoro volver a ser niña ni que idealizo la infancia. Sino que deseo para mi mirada esta predisposición lúdica hacia la vida, esta conexión profunda con el entorno, este vínculo de unidad que los niños y niñas nos señalan de forma constante, coherente y consistente. Si lo logro, creo que podré celebrar el Día del Adulto en conmemoración. Mientras tanto, mientras continúe en camino, ruego por la frescura en la mirada de los chicos y les deseo a todos, desde lo profundo de mi corazón: ¡Feliz Día del Niño!
Fernanda Raiti
Coordinadora de Pedí3Deseos y MAMMA MIA.
Talleres y Eventos Infantiles 100% creativos y personalizados.
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