El 16 de Marzo del 2011 se celebran las Bodas de Plata del Centro de Jubilados y Pensionados de Castelar Oeste ubicado en Arredondo 3280. En esta entrevista a la Sra. Elsa Mandeli –su presidenta desde hace quince años– conoceremos cuánto se puede lograr cuando hay objetivos claros y transparencia en la tarea.
Aunque existen diversas versiones sobre el día de su fundación, se considera el 16 de Marzo de 1986 como la correcta para festejar los 25 años de existencia del Centro de Jubilados y pensionados Castelar Oeste ya que es la que figura en los documentos como inicio de la personería jurídica. Según datos basados en la memoria de algunos socios antiguos, el primer espacio que los reunió se situaba en la calle Rodríguez Peña entre Arias y Francia. Después estuvieron en una casita particular cerca del club Mariano Moreno y más tarde en un chalet construido sobre pilares en Los Indios y Giménez. A partir del 89 echaron raíces en la sede actual adonde permanecerán mientras haya gente disponible para sostener el proyecto.
Cuando la Sra. Mandeli asumió la presidencia en septiembre de 1995, el centro constaba de un salón cuadrado con baños y una oficina minúscula. En la esquina había un baldío y en el terreno de atrás vivía una señora en una casita precaria. Todo pertenecía a la municipalidad.
“Al principio nos la pasamos remando y remando”, cuenta la Sra. Elsa, mientras Elena Bueno, Pro Tesorera y Elena Tkaczik Revisora de Cuentas –un equipo fiel desde siempre–, agregan que todo el capital con el que contaban al recibir las cajas eran $212.20.
“La primera medida que había que tomar era resolver el tema de la propiedad que teníamos en comodato renovable cada cinco años. Lo perseguimos al intendente de entonces por todos lados hasta que conseguimos que nos firmara la autorización para que fuera nuestro. Corrimos a escriturar y en el 97 empezamos las obras”.
Con una cuota de $2 por mes por socio (que sigue siendo la misma hoy) más los viajes, comidas, fiestas en las que paga todo el mundo, no hay excepciones; juntaron los fondos para afrontar la construcción y se dedicaron a crecer en todas las direcciones imaginables: hacia los costados, para arriba, en calidad de propuestas; en cursos, talleres y actividades que hoy los definen como un Centro de Jubilados fuera de serie.
Nada resultó fácil en el proceso que enfrentaron; hubo esfuerzo y a veces sacrificio por parte de los socios más comprometidos que se tomaron este desafío como parte fundamental de sus vidas e invirtieron tiempo y energía allí donde se los convocara.
“Mi esposo Lito recién este año dejó de cortar el pasto tras catorce primaveras de ocuparse personalmente de hacerlo; ejemplifica Elsa. Si había que resolver temas de gas, plomería, electricidad; ahí estaba Lito. Había que comprar una escalera gigante carísima; Lito se tomaba el tren y conseguía la mejor y más barata. Había que andar atrás de los albañiles, buscar precios de materiales… Lito siempre listo; sin límites”.
Luchando y luchando empezaron por integrar el salón sacando unas columnas que los “dividía” cuando hacían las fiestas; lo agrandaron, pusieron el piso en la cocina; construyeron dos baños nuevos. Cuando los señores de las bochas plantearon que en invierno no podían jugar porque afuera hacía frío hicieron una loza y cerraron el espacio.
“Para cumplir mi sueño de ofrecer en este mismo lugar un Hogar de Día para las abuelas arrancamos con la construcción del salón de arriba –relata con cierta nostalgia la incansable Elsa–. El Hogar no se pudo lograr porque fue imposible formar un grupo comprometido de voluntarios ad honorem para sostener permanentemente esa propuesta (gente para limpiar, cocinar, cuidar a las abuelas); entonces quedó disponible para las actividades que surgieran”. Allí los miércoles ofrecen un Grupo de Reflexión que fue el que los motivó a instalar un ascensor para que la gente con dificultades de movilidad pudiera acceder al primer piso.
Así se hace cada cosa en este Centro: aparece la necesidad; se estudian las posibles soluciones y se encaran las campañas para alcanzarlas. Con fondos generados por la misma comunidad de socios que participan en los almuerzos y colaboran de distintos modos, se van juntando los recursos que –administrados impecablemente– permiten la concreción de cada objetivo.
Hace aproximadamente cuatro años pudieron disponer del espacio del fondo donde ya no vivía nadie, entonces construyeron una oficina cómoda; la enfermería… “¡y ahora no sabemos en qué más invertir los ahorros!” comentan. Tienen ventiladores; equipos de música; compraron un proyector moderno de cine para no tener que andar llevando y trayendo el que les prestaba PAMI y hacen siete u ocho comidas gratis por año para doscientas personas. Se ríen cuando los llaman “el club de la gente rica” y ante la pregunta de cómo lo logran la presidenta contesta sin dudarlo: “Es porque no robamos”. Y agrega que Elena, –como muestra basta un botón– para llegar al Centro en remise a cumplir con su tarea todos los días paga de su bolsillo casi $400 por mes.
¡Viva la Vida!
Además de los viajes que realizan por la Argentina y fuera del país –la gente se engancha mucho porque salen económicos y se pueden pagar en cuotas– también organizan salidas al teatro, a cenar afuera y a quintas cercanas. Dan clases de Teatro, Gimnasia Modeladora, Coro, Folklore, Literatura, Yoga por la mañana y la tarde y tienen Biblioteca. Los miércoles y los sábados se arman grupos de Mujeres para jugar a la Canasta y al Burako y les gusta reunirse para tomar mate. También ofrecen Enfermería y Pedicuría, siendo varias de estas actividades gratuitas porque las subvenciona el PAMI.
Hay canchas de Bochas y Tejo; mesa de Pool y una Huerta.
¿El objetivo? “Siempre el mismo; el sentido de un Centro de Jubilados es funcionar para beneficiar a sus socios”.
El deseo de la actual comisión para este Centro en particular es que se vuelvan a armar equipos de personas disponibles al Servicio. Extrañan un poco ese tiempo en el que se tejían mantas o cosían batitas para el Hospital de Morón y se colaboraba más con los lugares carenciados. Si bien en la actualidad hay un grupo de socios que aporta una cuota mensual con la que se compran mercaderías y les acercan vestimenta y juguetes para hogares y escuelas de la zona de los que son padrinos; reconocen que hay menos actividad solidaria que antes. Sí mantienen la costumbre de recibir donaciones de ropa que distribuyen a quienes más la necesitan. Y una vez por mes entregan 98 bolsones del Programa Probienestar a quienes llegan de barrios aledaños.
Ante la consulta sobre las diferencias que perciben los integrantes del centro con respecto a las personas mayores que conocen que no se conectan con este estilo de propuestas responden sin dudar que el estar en contacto con otras personas e inquietudes aleja la angustia. La monotonía acelera las enfermedades; el aburrimiento deprime… venir acá potencia la actitud vital; muchos socios aseguran que “este lugar les cambió la vida”.
“Con tantas vivencias que atravesamos aquí ya aprendí hasta de psicología –bromea la Sra. Elsa explicando que con muchas abuelas practica la contención– y también les grito, porque no les dejo pasar una”. Desde su autocrítica asume que hay señoras que le dicen que las tiene zumbando; pero en el fondo reconocen que ese estilo es su manera de sostener reglas claras y sacar adelante muchas cuestiones complicadas. “Puedo pecar de exceso de sinceridad, soy demasiado franca con lo que no me gusta. Pero pasado el planteo está todo bien. Aunque a veces hasta que me entienden… cuesta”.
Felicitaciones por el ejemplo cotidiano que encarnan y Muy Feliz Cumpleaños para este Centro que es un modelo de lo que todo es posible cuando hay decencia en las acciones y juventud en el alma.
Para contactarse con el Centro de Jubilados Castelar Oeste: Arredondo 3280. Tel.:4661-7530
Requisitos para asociarse: tener espíritu de Servicio
A los 58 ó 60 años (y menos también) ya pueden anotarse “porque queremos gente joven con fuerza y empuje para que este lugar tenga continuidad”, asegura su presidenta. No es fundamental que sean de la zona; pueden vivir inclusive en la capital, lo que les interesa es que sean Buenas Personas y participen para que este lugar abierto a la comunidad continúe creciendo. Hay infinidad de opciones para desarrollar y les encantaría que se incorpore gente con ideas novedosas. El salón de arriba se podría aprovechar mucho más; sería óptimo si quieren utilizarlo para Eventos Culturales como muestras de arte o presentaciones de libros por ejemplo; pero para esto hacen falta voluntades activas.
La presidenta –quien forma parte de la Federación que agrupa a los centros de jubilados– cree que los mismos lamentablemente tienden a desaparecer porque en todos existe la misma problemática: hay gente muy participativa pero también hay muchas personas que entran y salen de las actividades tal vez porque son baratas, pero no se comprometen de otro modo y esto limita el saludable recambio directivo.
Ojalá que este centro de la calle Arredondo pueda seguir siendo “especial” por muchísimo tiempo sumándole a sus actuales posibilidades, la renovada disponibilidad de sus socios para cuidar y multiplicar tanta maravilla conseguida.