La primera tarea que nos dio mi profesor de Culturas y Estéticas Contemporáneas este año fue buscar un objeto que nos represente, que le permitiera a cada uno contar quién y cómo es. Yo elegí una máquina de escribir, dado que es lo que más me gusta hacer, y el chiste era que “soy literalmente una máquina de escribir”. Fue malísimo, pero resulta bastante difícil encontrar un simple objeto que abarque toda nuestra personalidad. Es, en realidad, imposible; una cosa no puede contar absolutamente todo de uno. Aunque, ¿quién puede contar todo de sí mismo? ¿No resulta ya bastante complejo contestar simplemente a la pregunta, ‘quién sos’?
Mi primer impulso ante ese interrogante es contestar: Camila. Como eso no dice mucho puedo agregar: tengo diecisiete años, voy a estudiar Comunicación Social, soy de acuario, mi color preferido es el violeta. No llego a medir un metro y medio, por lo que generalmente me vas a ver con tacos. Vivo en Castelar, enfrente del colegio al que voy y por eso generalmente llego tarde. Tengo una gata blanca que se llama Marie y se pronuncia ‘Marí’, es chiquita, como yo. Soy bastante infantil, en el sentido de que a los diecisiete sigo usando una mochila de Barbie para ir a la escuela y me dan pánico las películas de terror. Si hay algo que amo son los libros y la ropa, ni te cuento los zapatos. Tengo un blog bastante loco que es más una mezcla de diario íntimo y descarga emocional. Puedo decir que mis amigas son lo mejor que existe, tanto que ya las considero hermanas. Odio profundamente cocinar, y las pocas veces que lo hago algo o alguien sale lastimado. Me encanta escribir, eso ya lo dije, me gustan el cine y la moda y todo eso se combina en Sex and the City. Amo pintar aunque no me salga muy bien, y combinar frases con fotos y dibujos. Y podría seguir por muchas palabras más contando cosas de mí, pero me parece un poco egocéntrico. Y creo que no terminaría nunca.
Al punto que voy es: ¿cómo puede uno saber realmente quién es? ¿Cuántas respuestas hay a esa pregunta, todas igualmente válidas? Todo esto que yo acabo de decir de mí, ¿cuenta realmente quién soy?
Yo quiero creer que cada uno es lo que quiere ser, que es también muchas cosas a la vez. Sobre todo a esta edad, más en esta etapa. Cambiar es tan humano como respirar, una persona que no cambia (para mí) no evoluciona. Y esto es lo que hace que sea tan complicado contestar a la eterna pregunta sobre nuestra identidad. Porque uno no es el mismo después de que pasa el tiempo: hay tantas cosas, tantos momentos, tantas sensaciones que influyen en nosotros y nos modifican. El problema está en separar quién fuiste hace un año y quién sos hoy, y poder aguantar la incertidumbre de no saber quién vas a ser mañana. Y también está en aceptar que ya no soy más esa nena con trenzas que resolvía cualquier problema con un beso y un abrazo.
Todavía soy joven, y sé que sé muy poco. Pero ya van varias veces que me pongo a pensar en quién soy y en quién quiero ser. Y creo que está bueno asumir que a veces los cambios, hasta de nuestra propia personalidad, no son muy copados, pero sí son inevitables. Supongo que es crecer, ¿no?