Era el 11 de mayo del 2002 cuando en la esquina de Carlos Casares y Arias nos encontramos por primera vez entre la angustia de una argentina en caída libre y la necesidad de sembrar esperanzas para seguir construyendo. Nos teníamos vistas de muchos años transitando idénticas cuadras, pero lo que aquel día nos convocaba era la “loca” idea de celebrar el cumpleaños del Himno Nacional cantándolo en plena calle con quienes quisieran sumarse.
No recordamos claramente los detalles pero todavía nos emociona el evocar esa música maravillosa que Fredy hizo flotar desde los bafles de Freeport invitando a detener los apurones para compartir un instante sagrado e inolvidable. Un señor mayor se bajó de su bici, se quitó la gorra y dejando caer silenciosas lagrimitas nos inauguró sin sospecharlo, una intención que se transformaría en acción concreta: el nacimiento de “Vecinos trabajando por Amor a Castelar”.
Con ese grupo conseguimos cosas que al recordarlas aún nos asombran. Entre el desastre económico general en el que estábamos todos afectados, mientras tanta gente no halló más horizonte que el que empezaba en Ezeiza y en cada barrio se puso de moda el trueque como alternativa de supervivencia, los “Vecinos…” cortamos las calles proponiendo espectáculos; regalamos globos en agosto, flores en primavera y celebramos con escarapelas cada fecha patria durante dos años consecutivos.
Con un compromiso que se multiplicaba al ritmo de las necesidades que iban surgiendo, fuimos testigos de milagros como el grupo Santa María del los Buenos Ayres tocando en un escenario montado en el pasaje Campana; el coro Castelarte y Rulo Vignole con su Jazz Band en la “cortada” de Pompeya y los cuarenta músicos de la banda del Liceo Militar Gral. José de San Martín desfilando por Carlos Casares al son de Manuelita la Tortuga para delicia de los niños en su día. Fue en aquella época cuando la querida Choly Berreteaga hizo dos Shows de cocina ad honorem en la Residencia Victoria –ofrecida por Roberto y Jose sin costo para la ocasión– que se colmó de señoras dispuestas a aprender divirtiéndose mientras extendían sus manos solidarias. Y fue la estatua viviente regalando bombones a las mamás en Octubre; y el coro de niños del Sofía Barat y el del Centro de Jubilados de Castelar Oeste cantando villancicos en la vereda de la farmacia Rossi; y el coro Vox Spei cerrando el año con su Misa Criolla.
Cada evento realizado, cada centavo recaudado y donado a instituciones de la zona (escuela 35 del barrio San Juan. Hogares Divino Niño Jesús y San José; comedor Caritas Felices; inundados de Santa Fe; etc.) y muchas notas relacionadas con personajes nuestros que merecían ser contados, fueron el contenido de la revista “Por Amor a Castelar” que inventamos entonces.
Hoy deseo compartir con quienes hayan llegado hasta estas líneas que aquella experiencia fue todavía más que lo enumerado. Porque cuando lo imposible se hizo real y el paisito comenzó a hacer pie, ese grupo de mujeres de distintas edades y estilos y experiencias de vida nos descubrimos Amigas. Amigas que hoy –nueve inviernos más tarde– elegimos encontrarnos una vez por semana pase lo que pase. Amigas para la alegría y los dolores. Amigas de esas que juntas atraviesan enfermedades, partidas, separaciones, mudanzas, nacimientos. Amigas para superar obstáculos y alentarnos a crecer. Amigas de abrazos y retos; de aplausos para los logros y pañuelos para las lágrimas. Amigas de presencia sostenida. Amigas como les deseo a toda la gente buena. Amigas como Clara, Amalia, Cristina, Pauli y Sandrita; quienes tanto alentaron el parto de esta Castelar Sensible y a quienes se las dedico en el número del Día del Amigo desde lo más profundo de mi corazón. Gracias por esta linda historia compartida que no es ningún cuento.